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lunes, 23 de julio de 2012

Pedagogía Humana: desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente

“Una forma de enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose…”


1.        Introducción
Muchos especialistas desde el siglo pasado han hablado y discutido de la importancia de la pedagogía en el desarrollo sociocultural y, en momentos, otros impregnaron en un manto de dudas a uno u otro modelo pedagógico y hasta a la pedagogía como ciencia. Lo anterior no quiere decir que no haya tenido importancia en épocas ulteriores, pues la realidad es que desde tiempos inmemoriales el ser humano ha aprendido directa e indirectamente de si mismo y del entorno social y natural que lo ha rodeado.
La historia de la educación demuestra que han existido intentos de diseño de modelos pedagógicos y/o procesos educacionales en correspondencia con las condiciones históricas y culturales concretas de cada época a la que se refiera y en correspondencia a las posibilidades que ha ofrecido en su momento el desarrollo de las diferentes disciplinas. Pero la realidad social y ambiental ha dejado infinidad de dudas sobre la correspondencia de la formación de los sistemas educativos y responsabilidad de los modelos pedagógicos aplicados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto, que desde las últimas décadas del siglo pasado y, más aún, en el presente siglo del “conocimiento y la Información”, se ha pedido a gritos en muchos contextos académicos e investigativos, la necesidad de actualización del sistema y la reconceptualización de los modelos pedagógicos existentes.
Se habla entonces, de un desconcierto en la educación en referencia al conjunto de disensos y desacuerdos que van desde la diversidad de concepciones, de la denominación como de su objeto de estudio, del estatus epistemológico, de vinculaciones, invasiones, avances y retrocesos respecto a las relaciones de la ciencia de la educación con otras ciencias que abordan aspectos relacionados con el sujeto social en condiciones de aprendizaje. Además, de las diferentes clasificaciones que distintos autores especializados dan a los diferentes Modelos Pedagógicos y el uso indiscriminado de términos por propios y extraños.
Dicha transformación ha traído consigo la inclusión de términos y conceptos “nuevos”[1] para la educación, como: aprendizaje significativo, estándares, competencias, niveles y/o indicadores de desempeño, lineamientos curriculares, entre otros. Ante todo, es necesario reconocer que tanta terminología ha producido en muchos “doctos”, investigadores, pedagogos, directivos, docentes y discentes, entre otros, una gran confusión y desconcierto. Pero es posible encontrar un sendero que avance, permita aclarar y aprovechar los aspectos positivos que aporta cada una de esas propuestas, esto solo puede ocurrir si se logra primero conceptualizar, analizar y contextualizar estos términos, elaborando una estructura en la cual se pueda transversalizar lo que existe con lo que llega “nuevo”, es decir, elaborar un modelo que sustente y articule los conceptos con la necesidades sociales presentes y futuras.
Pero, en medio de tantas exigencias, retos y necesidades latentes desde el siglo XX, se suman las que el siglo del “conocimiento y la información” requiere a cada ser humano y a la sociedad. Dentro de este contexto, aparecen entonces las transformaciones socioculturales y productivas, que exigen reflexiones en el “ser”, el “saber”, el “hacer” y el “convivir”,  lo que infiere directamente un “aprender a aprender”, “aprender a ser”, “aprender a hacer” y “aprende a vivir en comunidad. A su vez, todo esto lleva consigo el “enriquecimiento” teórico conceptual de los modelos que dan soporte a ese ser, saber y hacer, presentes en las diferentes organizaciones sociales. Pero, para que exista ese enriquecimiento necesariamente el ser humano y la sociedad deberán reflexionar, digerir y articular los nuevos términos y conceptos a la estructura del modelo prexistente, esto ocurre sólo si las transformaciones poseen como fin articular cuerpos conceptuales para mejorar el desempeño de éstos modelos en el “Mundo de la Vida”, por lo cual, si se puede hablar de enriquecer.
En tal sentido, el tema del presente ensayo es tratar sintéticamente de estructurar conceptualmente que la educación y los docentes, deben de acoger como punto central de su praxis, no importando el modelo pedagógico adoptado, una “pedagogía que más que paradigma se estructure holísticamente en un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se necesita para trascender el umbral del ‘homo hominis lupus’[2], progresivamente reinante en un modelo de desarrollo cuyo objetivo es la riqueza aún a costa de la calidad y nivel de vida de muchos seres humanos, animales no humanos y del futuro de la tierra.
2.        La Pedagogía: un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se persigue
Cuando se habla de pedagogía viene a la mente el concepto de “modelo”, ahora bien, ¿Qué es un modelo pedagógico?, ¿Qué elementos lo componen?, ¿Cuáles son las bases para crear, recrear y adoptar un modelo pedagógico? Reflexionar sobre estos interrogantes y detenerse en la conceptualización de modelo pedagógico es recomendable antes del desarrollo de la idea central del presente ensayo, máxime, si las praxis pedagógicas presentes y futuras deben recrearse para asumir las exigencias de un “Mundo de la Vida” que posee y poseerá un espacio sociocultural a la que es preciso adaptarse con nuevos y creativos ambientes de enseñanza-aprendizaje en el «Ciberespacio de la información, comunicación y aprendizaje». Espacio que transformo e irrumpió las fronteras de las instituciones educativas y no educativas, que no es presencial, sino representacional, no es proximal, sino distal, no es sincrónico, sino multicrónico y a veces asincrónico, y no se basa en recintos espaciales con interiores, fronteras y exteriores, sino que depende de redes electrónicas cuyos nodos de interacción pueden estar diseminados por todo el mundo y el universo.
Hay que aclarar, que todo modelo pedagógico tiene su fundamento en los modelos psicológicos del proceso de aprendizaje, en los modelos sociológicos, comunicativos, ecológicos o gnoseológicos, de ahí lo necesario del análisis de esta relación para orientar el presente ensayo hacia una “pedagogía que más que paradigma se estructure holísticamente en un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se necesita para trascender el umbral del ‘homo hominis lupus’”, y proporcione las bases conceptuales para enfrentar y adaptarse a los nuevos retos sociales, culturales y económico-productivos. Además, si se tiene en cuenta que el término «modelo pedagógico» en la literatura no ha sido manejado con mucha claridad, pues muchas veces aparece igualado a estrategia, estilo de desarrollo, campo de estudio y currículo, entonces se debe hacer claridad sobre el mismo. Puesto que, no existe un consenso generalizado aún, de cuáles son los modelos que pertenecen a los dos enfoques generales -heteoestructurante y autoestructurante- y sus características.
Siguiendo a Rafael Flórez: “un modelo es una herramienta conceptual para entender mejor un evento; es la representación del conjunto de relaciones que describen un fenómeno.”[3] Por lo tanto, un modelo de una teoría es una representación de la misma teoría, según la cual todos los enunciados fundamentales y complementarios de la misma teoría resultan verdaderos. Todas las teorías pedagógicas se han enfrentado y han tenido que dar respuesta a la pregunta esencial de toda educación: ¿Qué tipo de ser humano y sociedad se quiere contribuir a formar? En este sentido, se puede afirmar que no existen las pedagogías neutras, ya que el quehacer educativo necesariamente presupone una determinada concepción de hombre y de sociedad que se pretende formar. Concepción que, a su vez, exige comprender al ser humano en su multidimensionalidad y en su integridad. Cada teoría ha privilegiado en ello algún o algunos de los aspectos; aun así subyace a todas ellas una postura como ser social y cultural del hombre. A partir de esta dimensión socioantropopsicológica del ser humano, se elaboran las teorías pedagógicas.
El modelo identifica, integra, define y jerarquiza un conjunto de hechos pertenecientes a la realidad estudiada. El modelo es, pues, un instrumento analítico para el estudio de la realidad mediante la integración y organización de los distintos elementos que la constituyen. En este sentido, modelo pedagógico hace referencia a estrategias de investigación que recuperan las funciones significativas de los procesos de enseñanza aprendizaje y, al mismo tiempo, orientan y dirigen la investigación en los campos y dimensiones de la relación docente-discente-contexto social, relación que ya no es necesario que sea presencial, es decir, ya no posee un contacto sincrónico docente-discente-tiempo-espacio coincidentes.
Pero lo más importante para el presente ensayo, consiste en recuperar las clasificaciones que afectan e intervienen en el modelo pedagógico, pues las diferentes concepciones pedagógicas han recibido múltiples clasificaciones, las cuales, que no solo ejemplifican varios autores sino que disgregan el sentido de una “Pedagogía Humana y Holística”, con posiciones como por ejemplo: Los filósofos educativos diferencian los modelos pedagógicos principalmente por las metas axiológicas a lograr en los estudiantes. Los sociólogos y psicoanalistas los discriminan según el tipo de relación autoritaria o no entre el docente y el educando, o también según el tipo de institución preconizado en cada modelo. Los maestros tienden a poner énfasis en los procedimientos didáctico-expositivos. Los psicólogos en el concepto de desarrollo de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y tanto el pedagogo tradicionalista como el ‘tecnificado’ con la ayuda de la psicología asociacionista se preocupan por el contenido, por el tipo de información, competencias, destrezas, hábitos y conductas que hay que desarrollar en los estudiantes, de carácter clásico humanista para el primero o de carácter tecnicista para el segundo. Estas dimensiones del modelo pedagógico se identifican a partir de obras pedagógicas donde aparecen referencias directas a la formación del ser humano y de ahí se derivan.
Se debe tener en cuenta, además, que en la educación contemporánea se ha dado un cambio  desde una pedagogía cuya prioridad era la memorización de contenidos hacia una aproximación pedagógica que promueve la construcción de conocimiento con sentido. Es decir, un conocimiento que adquiera significado a partir de una razón de ser, una utilidad para la vida práctica y una finalidad evidentes para la construcción de un proyecto de vida. En consecuencia, modelo implica objetivos, sentido, competencias, contenidos, métodos, secuenciación, limitaciones y criterios de evaluación que coexisten, articulan y se transversalizan, al mismo tiempo, en el proceso educativo. En este sentido, modelo es una categoría que analiza distintas dimensiones del proceso educativo.
Ahora bien, con las tensiones y necesidades que ha generado el desarrollo y el uso desmedido de los recursos, se debe de crear y/o recrear las praxis formativas estructurando una “Pedagogía Humana” que propenda por el “desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente, pero y sobretodo, por una ética sociombiental”. Tal desarrollo está influido por la sociedad, por las necesidades de la colectividad, donde la educación y el trabajo productivo están íntimamente unidos para garantizar a los discentes no sólo el desarrollo del espíritu colectivo sino el conocimiento científico, técnico, creativo, el fundamento de la práctica para la formación científica y el respeto por la naturaleza. Entonces, así propuesto, el desarrollo intelectual no se identifica con el aprendizaje (como creen los conductistas), ni se produce interdependientemente del aprendizaje de la ciencia como creen algunos constructivistas, pero si se acerca más a una “Pedagogía Social-Cognitiva”, cuya orígenes provienen de la pedagogía cognitiva (de donde proviene el constructivismo), en la cual el docente deberá facilitar que el aprendizaje sea significativo en sus discentes, suscitando dudas e interrogantes respecto a los conocimientos que ya poseen, relacionando el tema con su experiencia y saberes anteriores ofreciéndoles oportunidades de ensayar y aplicar el nuevo concepto asegurándose de que los estudiantes formulen de manera adecuada la situación problema y las soluciones propuestas para que el aprendizaje sea significativo. En la enseñanza y el aprendizaje significativo de contenidos científicos, las habilidades no se desarrollan en abstracto, requieren del contenido conceptual, y a la vez “los conceptos se desarrollan siempre en contextos de razonamiento y de solución de problemas... No hay que escoger entre un énfasis en contenido y un énfasis en habilidades del pensamiento”.[4] Entre sus precursores más destacados están Makerenko, Freinet y en América Latina Paulo Freire. Y más recientemente los discípulos de Vygotsky, los que llevaron al aula la aplicación de los principios de la psicología educativa de su maestro.
Muchos al leer lo anterior, se detendrán a refutar que entonces se estará hablando de un “Modelo Pedagógico de Aprendizaje Significativo”, pero se debe de recordar que el “aprendizaje significativo” no es un modelo pedagógico es una estrategia y/o estrategias cuyo objetivo es y será que el aprendizaje sea aprehendido para su uso en la realidad y, además, también olvidan que el “constructivismo humano” surge de las aportaciones de Ausubel sobre el “aprendizaje significativo”, a los que se añaden las posteriores contribuciones neurobiológicas de Novak.
Siguiendo con la disertación central, hay que decir que la construcción del nuevo quehacer educativo no se define por lo que los demás sistemas sociales le piden o le condicionan, sino por lo que logran procesar, crear y/o recrear a partir de tales condiciones, del contexto real del ser humano, de la sociedad, del medio ambiente, de la educación, y las necesidades socio-culturales, psicoafectivas y económicas en las que están inmersas. El quehacer educativo necesariamente tiene como trasfondo una determinada concepción del hombre y de la sociedad y sólo desde ella se podrá definir el papel que en dicho proceso debe cumplir la educación. Se debe comprender que frente a los numerosos desafíos socioculturales y económicos actuales y futuros, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de convivencia en paz, libertad y justicia social, además, se debe estar convencido y preparado, con respecto a la función esencial de la educación en el desarrollo continuo de las personas y de las sociedades, no como un remedio milagroso -la “Fórmula Mágica” de un mundo que ha llegado a la realización de todos estos ideales- sino como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, la marginalidad, las incomprensiones, las opresiones, la violencia, la exclusión y el uso indiscriminado de los recursos naturales, entre otros.
Acorde a lo anterior, se debe de propender por crear y recrear el conocimiento en el “Mundo de la Vida” y en pro del propio ser, de la comunidad, del emprendimiento, de la creatividad y de la productividad, o como el SENA lo expresa: Ampliarlo, precisar, completar, repensar e interpretar.  “Este es el secreto de los que aprovechan el tiempo con oportunidades ofrecidas por la mente… nos vuelven emprendedores”.”[5]
Porque ante las necesidades sociales y ambientales manifiestas desde finales del siglo XX, caracterizado además por el ruido y la furia tanto como por los progresos económicos y científicos (por lo demás repartidos desigualmente), y esta, la segunda década del siglo XXI, surge una perspectiva en la cual la angustia se enfrenta con la esperanza, es imperativo que el ser humano “aprenda aprender” y “aprenda a crear y recrear el conocimiento” en pos de objetivos más elevados y holísticos. Pero salta en mi una pregunta ¿Estamos preparados para el cambio?
El último cuarto del siglo XX, fue marcado por notables descubrimientos y progresos científicos, muchos países salieron del subdesarrollo, el nivel de vida ha continuado su progresión con ritmos muy diferentes según los países, regiones y localidades. Entonces se podría hablar de las desilusiones del progreso en el plano económico, psicosocial y ambiental. El aumento del desempleo y de los fenómenos de exclusión en los países desarrollados y subdesarrollados es prueba de ello, además, el mantenimiento de las desigualdades de desarrollo en el mundo y la destrucción masiva de hábitats y extinción de especies lo confirman.
Desde luego, la humanidad está más consciente de las amenazas que pesan sobre su medio social y ambiente natural, pero todavía no se ha dotado de los medios para remediar esa situación, se puede decir que no estamos tan preparados como creemos, a pesar de muchas reuniones internacionales, foros nacionales y locales, como por ejemplo: consejos de seguridad después de la tormenta de horror y violencia que impera en nuestro territorio. Pero, las raíces seguirán allí como también sus futuras victimas y victimarios, a pesar de graves y consecutivas advertencias a fenómenos sociales, naturales o accidentes tecnológicos. De todas formas, el «crecimiento económico a ultranza» no se puede considerar ya el camino más fácil hacia la conciliación del progreso material, la equidad, el respeto de la condición humana y del capital natural que debemos transmitir en buenas condiciones a las generaciones presentes y futuras. Pero existe una gran esperanza, ya que el Homo sapiens en su reflexión continua puede buscar y encontrar la salida a las múltiples necesidades y retos, eso solo depende de la capacidad que desarrolle no solo en la reflexión sino también en el uso creativo de sus capacidades cognitivas para querer dar la solución e ideas de cambio lo cual aseguraría los “caminos que enmarcan las sabias decisiones.”.[6]
No basta repetir que la Historia es trágica, para consolarse o encontrar justificaciones. Todo el mundo lo sabe o debería saberlo, pero hemos vivido catástrofes sociales anunciadas, aún más en nuestro país. Si la última gran guerra ocasionó 50 millones de víctimas, cómo no recordar que desde 1945 ha habido unas 150 guerras que han causado 20 millones de muertos, antes y también después de la caída del muro de Berlín. Eso sin contar todos los muertos que ha dejado la estela de violencia y horror en la historia de nuestra “Querida Colombia”. Nuevos riesgos o riesgos antiguos como la violencia religiosa y el terrorismo nos acechan cada día, poco importa, las tensiones están latentes y estallan entre naciones, entre grupos étnicos, entre comunidades, entre miembros de la misma familia, pero todas relacionadas con injusticias acumuladas en los planos económico, psicológico y social. Medir estos riesgos y organizarse para prevenirlos es el deber de todos los dirigentes y demás seres humanos, en un contexto marcado por la interdependencia cada vez mayor entre los pueblos y por la globalización de los mercados y las situaciones problémicas.
Pero, ¿cómo aprender a vivir juntos en la «aldea planetaria» si es difícil vivir en las comunidades a las que pertenecemos por naturaleza: la nación, la región, la ciudad, el pueblo, la vereda, el barrio, la vecindad y en nuestra propia casa, por ejemplo? El interrogante central de la democracia es si queremos y si podemos participar en la vida en comunidad. Quererlo, no lo olvidemos, depende del sentido de responsabilidad de cada uno, de un verdadero cambio de mentalidad, pero tal vez, la responsabilidad de los que por cualquier motivo están inmersos en la educación es aún mayor. En tal sentido, el elaborar un modelo que promueva la generación de ideas, la iniciativa y el respeto, es primordial para la creatividad e innovación en medio de tantos retos y necesidades.
Ahora bien, si la democracia ha conquistado nuevos territorios hasta hoy dominados por el totalitarismo y la arbitrariedad, tiende a debilitarse donde existe institucionalmente desde hace decenas de años, como si todo tuviera que volver a comenzar continuamente, a renovarse y a inventarse de nuevo, fiel reflejo de que debemos estudiar más a fondo la “Teoría de las estructuras disipativas” de Prigogine (vulgarmente llamada teoría del caos). A este fin conviene afrontar la realidad, para superar mejor, las principales tensiones que sin ser nuevas están en el centro de la problemática de la sociedad del siglo XXI. Al respecto, es bueno hacer un breve y merecido paréntesis para esbozar algunas de estas tensiones, con el propósito de exponer la necesidad e imperiosidad del cambio, en forma sintética son las siguientes:
§ La tensión entre lo mundial y lo local: En estos momentos todo conlleva a que se debe ampliar el horizonte cultural para convertirse poco a poco en ciudadano del mundo sin perder las raíces y participando activamente en la vida de las comunidades del barrio, la vereda, el municipio, el departamento, la región, la nación y el mundo, promoviendo el liderazgo y la articulación de esfuerzos por alcanzar objetivos comunes en bien y en pro de los recursos culturales y naturales propios y ajenos.
§ La tensión entre lo universal y lo singular: La mundialización de la cultura se realiza progresivamente pero todavía parcialmente. De hecho es inevitable, con sus promesas y sus riesgos, entre los cuales, no se trata de olvidar el carácter único de cada persona, su vocación de escoger su destino y realizar todo su potencial, en la riqueza mantenida de sus tradiciones y de su propia cultura, amenazada, si no se presta atención, por las evoluciones que se están produciendo.
§ La tensión entre tradición y modernidad: Adaptarse sin negarse a sí mismo, edificar su autonomía en dialéctica con la libertad y la evolución de los demás, comprender el progreso científico y tecnológico, utilizándolo de forma creativa y ética. Con este ánimo conviene enfrentarse al desafío de las nuevas tecnologías de la información. Para nadie es un secreto que los niños y jóvenes[7] de hoy están más conectados a la tecnología que sus padres, claro esta, que en nuestros municipios y veredas todavía existen docentes que enseñan informática sin computadores, utilizando solo su ingenio y esperanza. En muchos casos son nuestros niños y jóvenes los encargados de enseñarnos a usar el software de diseño o ripear archivos MP3. Sin embargo, las lecciones que los niños y jóvenes nos pueden dar a los padres y en general a los adultos, no se limita a la tecnología doméstica, ni a la electrónica del hogar, ni al internet, por ejemplo, los padres y docentes deben aprender a expresarse sin tanta vergüenza con sus hijos y estudiantes acerca de temas como el SIDA y el sexo, la drogadicción y el alcohol, entre otros. Es decir, existe una tensión entre la tradición que conlleva la vergüenza y el lenguaje sin misterios de la modernidad y postmodernidad.
§ La tensión entre el largo plazo y el corto plazo: Tensión eterna en nuestra cultura, pero alimentada actualmente por un predominio de lo efímero y de la instantaneidad, en un contexto en que la plétora de informaciones y emociones fugaces conduce incesantemente a una concentración en los problemas inmediatos. Las sociedades piden respuestas y soluciones rápidas, mientras que muchos de los problemas encontrados necesitan una estrategia paciente, concertada y negociada de reforma. Tal es precisamente el caso de las políticas educativas, ejemplo de ello son los programas que se comienzan en las diferentes administraciones para “elevar” la calidad de la educación y no se prepara a los actores debidamente, además, se dejan de lado por otros gobernantes, no existe concertación alguna con la comunidad educativa y mucho menos se tienen en cuenta las opiniones de Directivos, Directivos Docentes, Docentes, Educandos, Padres de Familia en investigadores, entre otros.
§ La tensión entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades: Cuestión clásica, planteada desde comienzos de siglo XX en las políticas económicas y sociales y en las políticas educativas; cuestión resuelta a veces pero nunca en forma duradera. Hoy, la presión de la “competencia” hace olvidar a muchos directivos la misión de dar a cada ser humano los medios de aprovechar todas sus oportunidades -en esta parte debo aclarar que el término “competencia” a que me refiero proviene del verbo competir y no del verbo competer-. Esta constatación nos debería conducir a retomar y actualizar el concepto de educación durante toda la vida, para conciliar la competencia que estimula, la cooperación que fortalece, la solidaridad que une y la motivación de “aprender a aprender” durante toda la vida que dará la oportunidad de nutrir el conocimiento, las aspiraciones, metas y propósitos”[8] de nuestros proyectos de vida.
§ La tensión entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano: El conocimiento de sí mismo y los medios de mantener la salud física y psicológica, o el aprendizaje para conocer mejor el medio ambiente social y natural, y preservarlo es de vital importancia. Por tanto, será necesario autoformarnos mediante el conocimiento, la experimentación y la formación de una cultura personal.
§ La tensión entre lo espiritual y lo material: Que también es una constatación eterna. El mundo, frecuentemente sin sentirlo o expresarlo, tiene sed de ideales y de valores que vamos a llamar morales para no ofender a nadie. ¡Qué noble tarea de la educación la de suscitar en cada persona, según sus tradiciones y sus convicciones y con pleno respeto del pluralismo, esta elevación del pensamiento y el espíritu hasta lo universal y a una cierta superación de sí mismo! La educación debe afrontar este problema porque se sitúa más que nunca en la perspectiva del nacimiento doloroso de una sociedad mundial, en el núcleo del desarrollo de la persona y las comunidades. La educación tiene la misión de permitir a todos (sin excepción) hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto vida personal. Esta finalidad va más allá de todas las demás. Su realización, larga y difícil, será una contribución esencial a la búsqueda de un mundo más vivible y más justo. Por supuesto, hay muchos otros problemas que resolver, pero la conjunción de proyectos de vida, la correspondencia de capacidades y objetivos comunes, proyecta una luz de esperanza que deberá crecer en todas las comunidades.
Todo convida entonces, a revalorizar los aspectos éticos y culturales de la educación, y para ello dar a cada uno los medios de comprender al otro en su particularidad y comprender el mundo en su curso caótico hacia una cierta unidad. Pero hace falta además comenzar por comprenderse a sí mismo en esta  suerte de viaje interior jalonado por el conocimiento, la meditación, la reflexión y el ejercicio de la autocrítica. Por lo tanto, desde nuestra propia autoformación debemos velar y motivar a un consenso que necesariamente debe ser fruto de una “sinergia social-cognitiva”, entendiendo el término como: “la participación concertada y activa de varios individuos y organizaciones sociales, que mediante una “comunidad de indagación”, analizan, discuten y recrean unos conocimientos con propósitos comunes, estructurando unas labores de gestión y acción cooperativa en un proceso de transformación de la realidad mediante programas y proyectos que posean como objetivos el bienestar social y ambiental.”[9]
Con el propósito de ser más aclarativo conceptualmente, me dispondré a desglosar el término “sinergia social-cognitiva”. En primer lugar, hay que aclarar que el termino “sinergia” incrementa su concepto gracias a la teoría general de sistemas, desarrollada por ludwig von bertanlanffy, biólogo alemán, que formulo la teoría de los sistemas abiertos en 1925. Es así como en una definición genérica de los sistemas puede enunciarse como un conjunto de componentes que interactúan entre si para lograr uno o mas propósitos. Tales componentes tienen nexos y en sus relaciones varían sus características, asumiendo cualidades distintas por la influencia de otros componentes o del todo. Cada parte es, en si misma, un subsistema del todo en la medida que cuente con características sistémicas. La sinergia es, en consecuencia, un fenómeno que surge de las interacciones de las partes entre las partes o componentes de un sistema (conglomerado), este concepto responde al postulado aristotélico que dice que “el todo no es igual a la suma de las partes”.
En segundo lugar, si la totalidad es la conservación del todo mediante una acción de cognición social (social-cognitiva), en la cual, la comunicación reciproca de las partes componentes estructure y restructuré los conocimientos en una “Comunidad de Indagación”, mediante la cual prime la sensatez y el análisis crítico-reflexivo en pro de establecer objetivos, programas y proyectos, que transversalizados aúnen esfuerzos y conocimientos en el logro del bien común.
A este respecto, es muy importante aclarar que el término “Comunidad de Indagación”, describe una “comunicación de saberes y experiencias” o “dialogo cognitivo”, para tratar de ser más explicito con respecto al último término, se enunciará como el maestro Jorge Luis Borges de una forma magistral y poética hace referencia al sentido profundo de la conversación o “diálogo cognitivo”: Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir... El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad... Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos[10] Este es el propósito de toda “comunidad de indagación”, que en otras palabras se puede expresar como, el espacio de comunicación social que persigue un intercambio de información entre individuos con capacidad de categorizarla, organizarla y estructurar un conocimiento colectivo de forma creativa y compartida, en un “dialogo cognitivo”.
Todos debemos convencernos de que con los progresos actuales y esperados de la ciencia, la técnica, la creciente importancia de lo cognoscitivo y lo inmaterial en la producción de bienes y servicios, conviene reconsiderar que no vasta con ser competente y poseer un proyecto de vida, se necesita entonces, que ese proyecto de vida posea principios éticos y una responsabilidad social, para que así con la imaginación humana se pueda recrear la sociedad y evitar que se agraven el desempleo, la exclusión social, la violencia, las desigualdades en el desarrollo y el abuso indiscriminado de la naturaleza.
3.        Conclusión
Para terminar y en mi opinión, una “Pedagogía Humana” que propenda por el “desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente, pero y sobretodo, por una ética sociombiental”. Significa no solo estructurar por un proyecto de vida, si no además, comprende poseer principios y recuperar las mediaciones naturales que sí nos enseñaron a pensar (porque sí hemos aprendido a pensar), palabras más, palabras menos, “Aprender que es leer textos y contextos, aprender como pensamos, asimilamos y actuamos”. Si cada uno reconoce en dónde un maestro, un amigo, una planta, un animal y las estrellas, por ejemplo, nos hizo pensar y reconoce cómo es que nos hizo pensar y reflexionar, ahí es donde va a reconocerse las mediaciones que nos sirven para pensar, reflexionar y aprender a aprender. Hacer esto es desestructurar los hábitos de cómo creemos que aprendemos (que es formalmente, sentados, tomando apuntes, y todo el conformismo social nos dice que es así como aprendemos), los cuales los tenemos tan clavados que no podemos romper el esquema. De hecho, aprendemos a pensar con otros tipos de interacción más cotidianos, y eso es lo que hay que reconocer. Creo que no es tanto restructurar la forma de pensar que tenemos, sino reconocer en qué condiciones y bajo qué circunstancias aprendimos a pensar y como lo hacemos, porque sí sabemos pensar, y si lo hacemos bien y de forma reflexiva y con ética, habrá mayores posibilidades de resolver problemas de la vida cotidiana, problemas de la profesión, protegeremos la naturaleza, actuaremos con justicia, equidad y honradez, entre otros.
Sin embargo, normalmente no nos damos cuenta de cómo estamos pensando (el llamado nivel de metacognición), cuándo estamos haciendo inferencias, deducciones, cómo observar con objetividad, o con subjetividad, haciendo una interpretación, no sabemos si utilizamos el método deductivo o el inductivo, o si utilizamos indiscriminadamente los dos y en qué momentos, contextos y situaciones problémicas. De lo que aquí se habla es de cuando se utiliza un proceso lógico-deductivo o uno analítico-inductivo, o los dos, cuando tratamos de resolver un problema y, además, que también vale el aspecto subjetivo. No me preocupa tanto que una persona vea algo y haga una interpretación sino que se dé cuenta de que está haciendo y cómo esta haciendo esa interpretación, de que esa realidad está siendo vista desde su óptica particular, y que nos demos cuenta de ello. Porque se puede caer en una posición rígida que diga que percibir es esto, inferir es esto, deducir es lo otro, y que todos lo tengamos que hacer de la misma forma, de acuerdo a un formato de cómo se percibe, cómo se infiere y cómo se deduce. Esto también tiene un peligro, pues es el pensamiento puesto en clave de definiciones y de estrategias rígidas. El ser humano tiene muchas formas de hacer las cosas, que creo que hay que respetarlas, porque para construir y/o reconstruir el conocimiento no hay una sola forma, hay muchas.
Entonces, como conclusión final, es que para que un maestro y cualquier ser humano transforme su praxis pedagógica de vida, tiene que transformar algo en él, algo de su esencia como persona, ver de otra manera el mismo aprendizaje, ver cómo aprende él, de los demás seres vivos y del universo, tiene que haber un cambio ahí para que cambie su forma de aprender a aprender y enseñar. Lo cual implica resignificar mi forma de ser y de actuar entrando en una dinámica de transformación que no se detiene, que sigue un camino de transformación personal y comenzar a pensar que  “la lucha no es exterior sino interior”, pues, “el docente no enseña lo que sabe sino lo que es, porque solo por intermedio de lo que es puede enseñar lo que sabe”, entonces, necesariamente se debe transformar su praxis, si sólo si, se acompaña y se le enseña igual como se predica, es decir, si se le acompaña, recuérdese la analogía que muestra la relación y distinción entre una mirada de «Silla de Euler» y un «Seguimiento de Lagrange». Es decir, si nos ubicamos al pie del docente y del ser humano y se acompaña, se observa y, poco a poco, va insertándose en un diálogo cognitivo de negociación de sentido con el ser humano, entonces, los seres humanos se convierten en parte activa del proceso y se instalan definitivamente en una filosofía de seguimiento consciente y decisión autónoma de su propia praxis”, y mediante una “Pedagogía Humana”, estructuren los elementos necesarios para encontrar la forma de:  “enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose…”, y así, seguir el camino hacia el lado más iluminado del ser humano y contribuir a elevar el nivel y calidad de vida mediante un desarrollo a escala humana, social y medio ambiental.
4.        Bibliografía
§  BORGES, Jorge Luis. Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari. ", Buenos Aires: Grijalbo S.A., 1985.
§  ELIZALDE, Antonio. Reflexiones acerca de la sinergia social: Aproximaciones a una utopía de la abundancia. U. Bolivariana y CEPAUR. p. 3. En: Debate para un proyecto de integración sudamericana. Año VII, en los números 23 de Julio - Setiembre 1994, y 24 de Octubre - Noviembre de 1994. Asunción  Paraguay.
§  FLÓREZ Ochoa, Rafael. Evaluación Pedagógica y Cognición. Bogotá: McGraw-Hill. Editorial Nomos S.A., 2000.
§  GUTIÉRREZ G, Miguel Ángel. Competitividad, Aproximación a su Conceptualización y a la Realidad. Pereira: CEPRIC, 2012. En: http://cepric.blogspot.com/
§  RESNICK, L. B. y KLOPFER, L. E. Toward the Thinking Curriculum. Yearbook of the Association for Supervision and Curriculum. Alexandría, V. 1989.
§  SÉNECA, Lucio Anneo. Cartas de Lucio. XCV, 33.
§  SENA. Reconstruir el conocimiento. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf


MAG. Miguel Ángel Gutiérrez Gutiérrez, Julio 23 de 2012.


[1] Términos y conceptos que son nuevos para el sistema educativo, para la educación, pero que en otras disciplinas ya han sido abordados e incorporados desde tiempo atrás.
[2] Cuyo significado sería “el hombre es el lobo para el hombre”: Frase que es sintetizada del “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit”, originaria del comediógrafo latino Tito Macio Plauto (254 a. C. - 184 a. C.) en su obra “Asinaria”, donde el texto exacto dice: Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. En: SÉNECA, Lucio Anneo. Cartas de Lucio. XCV, 33.
[3] FLÓREZ Ochoa, Rafael. Evaluación Pedagógica y Cognición. McGraw-Hill. Bogotá: Editorial Nomos S.A., 2000. p. 32.
[4] RESNICK, L. B. y KLOPFER, L. E. Toward the Thinking Curriculum. Yearbook of the Association for Supervision and Curriculum. Alexandría, V. 1989. p. 6.
[5]  SENA. Reconstruir el conocimiento. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf

[6] SENA. Encontrar salidas: Querer dar solución, idea de cambio. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf
[7] Nota Aclaratoria: Para no herir susceptibilidades, cuando aquí habla de niños y jóvenes, se refiere a niños y niñas, es decir al sexo Femenino y Masculino.
[8] SENA. Creatividad e iniciativa: Indicadores de originalidad, competencia, capacidad. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf
[9] GUTIÉRREZ G, Miguel Ángel. Competitividad, Aproximación a su Conceptualización y a la Realidad. Pereira: CEPRIC, 2012. p. 9. En: http://cepric.blogspot.com/
[10] BORGES, Jorge Luis. Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari. ", Buenos Aires: Grijalbo S.A., 1985. Citado por ELIZALDE, Antonio. Reflexiones acerca de la sinergia social: Aproximaciones a una utopía de la abundancia. U. Bolivariana y CEPAUR. p. 3. En: Debate para un proyecto de integración sudamericana. Año VII, en los números 23 de Julio - Setiembre 1994, y 24 de Octubre - Noviembre de 1994. Asunción  Paraguay.

lunes, 9 de julio de 2012

La Pedagogía Social-Cognitiva



La Pedagogía Social-Cognitiva

“Estrategia de aprendizaje o Estrategia de enseñanza”

Una forma de enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose…

En los últimos años ha habido un auge y una preocupación creciente por el desarrollo de las habilidades de pensamiento en la educación, porque los estudiantes aprendan pensando y porque los maestros enseñen pensando. ¿A qué se debe este fenómeno? Como se sabe, en la enseñanza tradicional los contenidos del curriculum se han manejado de una manera muy recitativa, de una manera memorística. Los docentes han caído cada vez más en la cuenta de este fenómeno, y ahora el problema es cómo hacer para cambiar este enfoque muy tradicionalista de repetir la información, de que el discente la reciba y la recite, cómo cambiar a otro proceso de enseñanza-aprendizaje en el que el estudiante construya sus significados, en el que el maestro propicie que el estudiante construya por sí mismo sus aprendizajes. En este contexto, se encuentra un menú de programas específicos para enseñar a pensar: un área integrada por programas tales como el de “Enriquecimiento Instrumental de Feuerstein”, la propuesta de “Aprender a Pensar de Edward de Bono” y la Estructura del Intelecto”, entre otros. Todas estas propuestas tratan de atender una preocupación que si bien es muy fuerte, ya no es tan nueva, porque tiene casi dos décadas en el mercado del sistema educativo nacional e internacional. Además, ocurre que a estos planteamientos se han incorporado las nuevas tecnologías. Por ejemplo, ya existen programas y modelos que utilizan la informática, que parten de la idea de que la computadora puede ser un medio efectivo para enseñar a pensar, aspecto que es muy discutible.

Da la impresión que históricamente los programas de desarrollo cognitivo aparecen como una preocupación más bien centrada en el significado del aprendizaje para el discente, como programas que tienen que ver con educandos en desventaja o sobresalientes, y que poco a poco éstos se han enfocado no tanto en los estudiantes sino en los profesores, que de ser una estrategia de aprendizaje se convierten en una estrategia de enseñanza… ¿Será esto cierto? Desde finales del siglo pasado se han cuestionado bastantes aspectos de la educación, como por ejemplo, el aislamiento de los programas al currículo, programas que por muy interesantes y constructivos que sean para la formación de los estudiantes, tienen un cuestionable poder de transferibilidad a los demás escenarios de aprendizaje del “Mundo de la Vida”.

Programas como el Enriquecimiento Instrumental de Feuerstein y el de Aprender a Pensar pueden cuestionarse si lo que ahí aprende el estudiante es transferible a otros escenarios, tanto educativos como sociales en y del “Mundo de la Vida. De estos se puede concluir que lo que hay que hacer es trabajar con los maestros aplicando los principios y las metodologías del Modelo Pedagógico y con la forma en que deberían de enseñar, para que su acción educativa propicie que el estudiante desarrolle las habilidades para pensar, porque el docente propicia en él mismo el desarrollo de las mismas habilidades y competencias. Pero para lograr esto, obviamente, primero tiene que desarrollarlas el maestro en él mismo, porque él es el modelo, porque él va a activar estos procesos en los estudiantes. Pero, a veces se cae en el error de pedirle aguacates a un árbol de mangos, o peor aún, citando a Tolstoi: “de mil personas que ven el problema solo una encontrara la raíz del mismo”, y le agrego, lo que para mí es más importante aún… “entonces cuantas reflexionaran en quién sembró la semilla, qué semilla, en que terreno, tiempo y por qué”.

En este punto viene a veces un impase, un camino por donde es difícil transitar, porque una cosa es especializar a un maestro en la transmisión de un programa de enseñar a pensar, y otra cosa es equipar al maestro para que él enseñe su materia (la materia que sea: deportes, matemáticas, biología, entre otras), logrando que el estudiante piense, reflexiones y aplique el contenido de esa materia en el “Mundo de la Vida”.

En estos momentos, muchos docentes poseen dificultades (al igual que los directivos en los colegios y en las universidades), en términos de lo que significa estar en el salón de clase y aprender. Esto se traduce en problemas de motivación y disciplina, entre otros. Las instituciones educativas piden que se trabaje con los docentes para que cambien su praxis, para que propicien que el estudiante piense y se motive, que deje de ser un problema de disciplina y se incorpore al proceso educativo de manera entusiasta y constructiva. En este contexto, surgen preocupaciones al ver cómo el sistema educativo está deteriorándose cada vez más en una especie de fábrica de credenciales, de títulos, de papeles para avalar ante la sociedad que tú sabes algo, pero en el fondo sigue latente la preocupación acerca de lo que se sabe realmente y qué es lo que sabe hacer con ese “saber”. Los programas de desarrollo han sido un intento de atender y despertar la habilidad de pensar como una parte central y esencial del proceso educativo. ¿Por qué se debe enseñar así o de otra forma? Éstos tratan dar respuesta a ese significado del pensamiento dentro de la educación, referido al pensamiento más allá de los niveles básicos de memorizar y recitar la información. Mientras tanto, las instituciones educativas demandan -ese fenómeno está en constante aumento- respuestas sobre qué hacer con sus maestros para que cambien sus costumbres y hábitos de dar clases, en una forma tal que despierten el interés de sus estudiantes, lo cual no es tarea fácil.

Si esto es así, entonces los programas y las estrategias de desarrollo se relacionan de manera muy estrecha con las prácticas docentes y, sobre todo, con la formación de docentes... puesto que, la formación docente con estos enfoques constituye un campo importante de trabajo y es, a la vez, un reto muy difícil y complejo, pero fascinante, porque los maestros, todos, han sido y muchos en estos momentos son producto de un sistema tradicionalista, de un sistema de educación en el que se trata que el alumno devuelva la información que se le da y se le pide que reproduzcan, no que resignifiquen sus aprendizajes y que negocien el sentido del conocimiento. Cambiar y/o transformar a los docentes que han tenido la historia experiencial de ese sistema, no es tarea fácil. Considero difícil que los cursos aislados de desarrollo de habilidades, por muy interesantes que sean, tengan muchas implicaciones para el estudiante. Las investigaciones han demostrado que lo que el discente aprende en esos cursos de desarrollo del pensamiento, separados de los demás cursos que toma, difícilmente se transfiere a las demás materias o su mundo de la vida. Por otra parte, los maestros que imparten estos cursos son expertos en el programa que están enseñando, pero los demás profesores no lo son; por tanto, no propician los mismos procesos que facilita el maestro que está enseñando el curso de pensamiento. Tampoco el aprendiz, por llamarlo de alguna manera más objetiva, al regresar a sus materias temáticas (historia, biología, matemáticas, entre otras), aunque haya adquirido algunas habilidades, competencias e inquietudes en los cursos para pensar, no encuentra conexión con el maestro común, ya que no hay un vocabulario similar, no hay una lógica semejante, la lógica que le decía: “vamos analizando la información”, “vamos haciendo deducciones”, “vamos haciendo juicios de valor”, esta serie de estrategias para pensar el contenido de la temática que proporciona un curso para pensar, por lo que el maestro de asignatura no se engancha con estos planteamientos porque está “fuera de foco”, por decirlo así.

Entonces aquí viene una segunda ola de los programas para aprender a pensar que empieza más recientemente, se puede decir que en los últimos ocho o diez años, en la que empieza a tomar mayor importancia enseñar a pensar en todas las materias, esto es, que el docente se capacite para enseñar a pensar en la materia que él da: que si es maestro de matemáticas enseñe al estudiante a pensar como un matemático, o como un historiador o como un biólogo, entre otras. Pero para ello, el maestro tiene que estar equipado con las habilidades y competencias implicadas, y esa transición (o la capacitación que se requiere) se vuelve difícil por los hábitos que tienen los maestros de impartir las clases de cierta forma, como transmisores de la información simplemente y no propiciando que el estudiante piense, reconstruya y resignifique la información de las disciplinas y del “Mundo de la Vida, vaya reto...

A veces estos programas tienden a verse como una panacea... de pronto aparecen en el mercado programas que ofrecen resultados espectaculares, que resultan muy atractivos para los “doctos” en educación, directivos, padres de familia y las autoridades educativas, pero un poco como falsas promesas, porque se esta hablando de procesos complejos y lentos, que tienen toda una historia detrás en la que primero hay que cambiar la interacción sociocultural con los maestros, con los padres y con las autoridades escolares. Estas últimas, aunque se comprometen, muchas veces invierten su tiempo y energía como institución en muchas cosas que no son propiamente académicas, tales como organizar, como organizarse, construir lo que no han construido ó reconstruir lo que ellos mismos u otros construyeron ineficientemente. La pregunta aquí es, entonces ¿cómo se hace? en la institución educativa para que aprendan los estudiantes, ¿qué  se debe hacer para que aprendan a vivir en este mundo del conocimiento y la información?, pero sobre todo, en un mundo lleno de exigencias, retos y de una creciente inequidad, entonces, ya no solo hay que enseñar a pensar, hay que enseñar a entenderse y a comprendernos como seres vivos inmersos en un ecosistema.

Entonces, se esta hablando de interacción sociocultural, pero, ¿Qué significa este concepto en relación con los programas de desarrollo cognitivo? Significa, precisamente, que los maestros se hagan preguntas con respecto a cómo organizar socialmente la actividad de los estudiantes de manera que aprendan pensando. Ahí se entra al terreno de Vygotski. Como se sabe, la tesis básica de Vygotski es que el desarrollo del pensamiento se da primero en el plano interpsicológico, entre las personas, que las personas primero desarrollan habilidades en la interacción social con los demás y eso, que está en un plano interpsicológico, se vuelve después intrapsicológico, se desarrolla a nivel individual, pero primero está a nivel social. Si esa tesis de Vygotski es cierta, la implicación para el escenario educativo es muy fuerte, porque el docente, si propicia la interacción social como una actividad importante en el salón de clase, va a estar propiciando el desarrollo de los “procesos psicológicos superiores”, y por ende “el pensamiento superior”, es decir, “el pensamiento análitio-sintético”, o como los llama Vygotski, “del pensamiento de orden superior en el ser humano”, pero desde la interacción social, siendo congruente con esta propuesta. Los neovygotskianos (se habla aquí de estudiosos como Barbara Rogoff, Gallimore, César Coll), los cuales tienen diferentes términos para hablar más o menos de lo mismo que hablaba Vygotski. Retomando este principio básico, proponen la enseñanza recíproca o la enseñanza responsiva, pensando en un ir y venir, en un diálogo, en un aprender dialógico dándole sentido y/o negociándolo en el “Mundo de la Vida.

Hay términos como la conversación instruccional, como la transformación en la actividad social de Rogoff, que es la transformación de los esquemas de pensamiento desde la misma interacción. En ese contexto, se entra ya en un ámbito en el que no sólo se trata de equipar a los maestros con habilidades de pensamiento, que reconozcan cuáles son, que sepan cómo propiciarlas en los estudiantes, sino también de que piensen en su clase en términos de un escenario sociocultural. En este escenario se trata de organizar y reorganizar las interacciones y ser un facilitador del aprendizaje de los educandos como grupo social, no como individuos únicamente, sino como individuos en una constante y dinámica interacción social entre ellos. En esa dinámica social entre ellos y también con el maestro, se pueden acercar además otros agentes, como los padres y los expertos que se pueden invitar al salón de clase con el fin de promover el intercambio que va a propiciar el desarrollo del pensamiento y el conocimiento en el discente. Resulta fácil imaginar un salón de clases común, un escenario clásico, visualizando al docente en una exposición magistral, escribiendo en el tablero, haciendo algunas preguntas a los estudiantes; más difícil es imaginarlo facilitando trabajos en grupos, un trabajo significativo, analítico y de negociación de sentido grupal, y no actividades colectivas para que estén ocupados, sino una actividad para que estén resignificando y reconstruyendo su propio aprendizaje, para que estén en una “Comunidad de Indagación” elaborando negociaciones de sentido.

A veces se tiende a ver a quien se ha especializado en el desarrollo cognitivo como un experto. Sin embargo, paradójicamente, el problema que tiene que resolver es muy añejo y demasiado complejo; es, digamos, la interioridad misma de la institución educativa, cuyo abordaje, quizás, no requiere tanto de ese uso especializado de estrategias sino de saber cómo trabajar con el curriculum. ¿Cuál sería la relación entre el curriculum, los contenidos y lo metodológico? ¿Cuál sería un abordaje pertinente? En mi opinión personal, sería reestructurar los nuevos modelos con sus exigencias y fortalezas con los antiguos pedagogos y filósofos, por ejemplo, con el modelo socrático de enseñanza, es decir, plantear el conocimiento en términos de preguntas, no de respuestas hechas, dadas para siempre, y éste modelo exige del docente ser competente, puesto que las respuestas dependen de la estructura, validez y pertinencia de la formulación de la pregunta. Entonces, la clave de la educación y del conocimiento de los estudiantes sería preguntarse cosas acerca del conocimiento. Un tópico tan trillado como, por ejemplo, la vida de Simón Bolívar, el estudiante lo aprende de manera recitativa: nació en tal fecha, murió en Santa Marta en los años tal y tal, las etapas de su vida, la aportación al país… libero a tantos países… datos que aprende de una manera memorística y los devuelve tal cuales. En cambio, si la vida de Simón Bolívar se plantea de manera metodológicamente diferente, y se hacen preguntas a ese contenido (cuál fue el propósito de Simón Bolívar en la historia del país, qué intención tuvo, su aportación al país, las preguntas que el propio estudiante pueda generar respecto a este personaje: en qué época vivió, dónde vivió, cuánto tiempo vivió, para qué vivió, etc.), esto es, si se presenta al discente el conocimiento en términos de preguntas, en clave de información, se pueden construir preguntas que arrojarán información, pero no una información sin sentido, sino cuestionante y reflexiva, en donde se pueden dar negociaciones de sentido. El educando puede armar las preguntas; metodológicamente, el grupo puede construir las preguntas; algunos discentes harán ciertas preguntas, otros se interesarán por otro tipo de cuestionamientos. Se puede empezar por inquirir sobre qué preguntas tienen los estudiantes acerca de este personaje, qué saben acerca de él, qué preconcepciones tienen. Metodológicamente, es recurrir a la mente del estudiante para activar el interés, dialogar con la temática, no ser un receptor pasivo de la información. Luego, se puede trabajar sobre cómo interpreta el educando esa vida, cómo la resignifica, qué impacto piensa él que tuvo una vida de este tipo para su país y para él, cómo compara a este personaje con otros personajes de la historia moderna o de la política actual, entre otros.

Esta es otra forma de dimensionar los contenidos, una forma análoga al cuestionamiento socrático, en la que se van haciendo preguntas acerca de la realidad, acerca de cualquier contenido. En cualquier tema se pueden hacer las mismas preguntas, sobre el propósito y relación de ese conocimiento en el mundo de la vida, qué se le puede cuestionar a este conocimiento o a esta realidad, qué información me da, qué interpretaciones hago, puedo armar alguna teoría, alguna idea y/o hipótesis, qué implicaciones tiene, qué consecuencias, qué puntos de vista poseen mis compañeros (tengo el mío pero, ¿hay otros?), teniendo en cuenta que de este modo no solo se esta avanzando en el conocimiento de las disciplinas sino también en el desarrollo de competencias, pero, no son solo las básicas, también se encuentran las competencias ciudadanas, las capacidades que permiten aprender a escuchar a los demás y respetar los puntos de vista diferentes (comunicación asertiva), entre otras. De este modo, los contenidos se manejan y se mueven de otra manera, y se transversalizan en el “Mundo de la Vida”. Se trata, entonces, de construir una forma de interacción natural, más dialogada, más conversacional, del tipo de los viejos educadores socráticos, que partían de lo que los estudiantes decían para armar preguntas pero a partir del diálogo con el sujeto, no a partir del discurso escolar prefabricado, estructurado y retransmitido. En otras palabras, partían del conocimiento de los estudiantes, de sus preconceptos, sus capacidades, sus pre y perjuicios, entre otros, esto no es más que uno de los fundamentos principales del “Aprendizaje Significativo”.

Tanto si se habla de estudiantes como de profesores, a veces se tiende a ver el cambio como un asunto meramente técnico, no como un proceso que los implica personal y socialmente... se puede ver que cuando los maestros empiezan a incursionar en estos tópicos, en términos de cómo transformar su práctica, de cómo hacer del aula un lugar más dinámico, más pensante, más divergente, más respetuoso del pensar de los estudiantes, sufren una transformación muy fuerte de ellos mismos. Entonces, la conclusión que se puede hacer es: para que el maestro transforme su práctica docente y su estilo de dar clases, tiene que transformar algo en él, algo de su esencia como persona, ver de otra manera el mismo aprendizaje, ver cómo aprende él, tiene que haber un cambio ahí para que cambie su forma de enseñar. Y el maestro que de veras se seduce y es seducido, entra en ese proceso porque descubre un mundo muy interesante, en el cual, las ciencias son aplicables en el “Mundo de la Vida”. Eso nos los dicen los propios maestros: cuando leo acerca de este tema, cuando me empiezo a cuestionar en clave de la enseñanza socrática, por ejemplo, o de algún modelo para hacer las cosas de otra forma (conversación instruccional, enseñanza recíproca, etc.) voy resignificando mi práctica docente, y entro en una dinámica de transformación que no se detiene, que sigue un camino de transformación personal y recuerdo lo que tu dijisteis “la lucha no es exterior sino interior”, pues, “el docente no enseña lo que sabe sino lo que es, porque solo por intermedio de lo que es puede enseñar lo que sabe”, entonces, necesariamente se debe transformar su praxis “si solo y solo si” se enseña igual a como se predica y se estructura el conocimiento en sí mismo, es decir, si se le acompaña, recuérdese la analogía que muestra la relación y distinción entre una mirada de «Silla de Euler» y un «Seguimiento de Lagrange». Es decir, si alguien se ubica al pie del docente y se acompaña, se observa y, poco a poco, va insertándose en un diálogo de negociación de sentido con el ser humano -docente, estudiante, padre de familia, esposa, etc.-, entonces, puede que el docente se convierta en parte activa del proceso y se instale definitivamente en una filosofía de seguimiento consciente y decisión autónoma de su propia praxis”.

Lo que sí sucede es que hay maestros que entran a esto y hay maestros en los que, en las mismas circunstancias de talleres, de cursos que se imparten, no pasa nada... van de salida, lo que me pregunto es si desde que nacieron o es porque ya se van a jubilar, pero van de salida… pero en algunos sí existe la reflexión, la responsabilidad social y la ética, y en ellos empieza a darse una transformación en su mente y en su acción educativa, social, familiar y personal. Empiezan a ser agentes de cambio, comienzan a cuestionar a sus compañeros en el buen sentido del concepto, a relatar experiencias en el salón que los animan, que los entusiasman, y los compañeros también se permiten pensar que a lo mejor ellos también pueden hacer algo por esos chicos y chicas, y por ellos mismos, porque todos somos parte de esa sociedad. Esto es el germen de una especie de interacción social en la institución educativa que permanece; no siempre sucede así, pero cuando pasa, cuando algunos de los maestros que comienzan un proceso de transformación en su estilo con ciertos generadores de lecturas y experiencias de tipo taller, cuando algunos se quedan con este aprendizaje, se convierten en una especie de agentes permanentes de cambio, no solo en la institución educativa sino como forma de vida personal y comunitaria. Y en este sentido es que se vuelve a lo que se había citado antes en relación con lo interpsicológico: ellos realizan un diálogo de sus experiencias con ellos mismos y con los demás maestros, se empiezan a generar otro tipo de preguntas, los maestros logran interesarse y el proceso sigue. Pero por eso es un proceso lento, no es un proceso en el que les puedes ordenar que cambien su forma de dar clases, porque lo diga el “doctor arito”[1], o porque el libro o taller es bueno en sí mismo; si el maestro no se convence desde el corazón (digo desde el corazón porque tiene que ser un convencimiento desde el interior), porque por muchos cursos, diplomados, especializaciones, magister y doctorados que se les imparta, la situación no cambia gran cosa, igualmente que si estudian por elevar su grado en el magisterio, es decir, por dinero, o porque van de salida… claro desde que entraron.

Un asunto implicado en los programas de desarrollo cognitivo es que hay que reestructurar la forma en que se ha aprendido a pensar... No se trata tanto de reestructurar la forma como se ha aprendido a pensar, sino que más bien se trata de recuperar las mediaciones naturales del proceso que sí enseñaron a pensar (sí realmente se ha aprendido a pensar), palabras más, palabras menos, redefinir que es “Aprender a Aprender, Aprender a Leer Textos y Contextos, y como pensamos, aprendemos y actuamos”. Si cada uno reconoce en dónde un maestro, un amigo, una planta, un animal y las estrellas, por ejemplo, nos hizo pensar y reconoce cómo es que nos hizo pensar y reflexionar, ahí es donde van a reconocerse las mediaciones que sirven para pensar, reflexionar, aprender a aprender y aprender a leer textos y contextos. Hacer esto es desestructurar los hábitos de cómo se cree que aprendemos (que es formalmente, sentados, tomando apuntes, y todo el conformismo social nos dice que es así como se aprende), lo cual se tiene tan arraigado que no se puede romper el esquema. De hecho, aprendemos a pensar con otros tipos de interacción más cotidianos, y eso es lo que hay que reconocer. Creo que no es tanto reestructurar la forma de pensar que poseemos, sino reconocer en qué condiciones y bajo qué circunstancias aprendimos a pensar como lo hacemos, porque sí sabemos pensar y, además, existen seres que lo hacen muy bien, entonces, resolveremos problemas de la vida cotidiana, problemas de la profesión, escribimos artículos, entre otros, pero para saber enseñar y para poder aprender también se necesita buscar los escenarios que verdaderamente impliquen las mediaciones para que se aprenda y se piensa aprendiendo, porque existe una relación mutual, sino se piensa en los contenidos como relaciones conceptuales con la realidad, no van a tener sentido y solo servirán para obtener una nota.

Sin embargo, normalmente no nos damos cuenta de cómo estamos pensando (el llamado nivel de metacognición), cuándo se están haciendo inferencias, deducciones, cómo observar con objetividad, o con subjetividad, haciendo una interpretación, muchos no saben si utilizan el método deductivo o el inductivo, o si utilizan indiscriminadamente los dos y en qué momentos o contexto y situaciones problémicas. De lo que aquí se habla es de cuando se utiliza un proceso lógico-deductivo o uno analítico-inductivo, o los dos, cuando se trata de resolver un problema. Porque vale también el aspecto subjetivo. No me preocupa tanto que una persona vea algo y haga una interpretación sino que se dé cuenta de que está haciendo y cómo esta haciendo esa interpretación, de que esa realidad está siendo vista desde su óptica particular, y que se de cuenta de ello. Porque se puede caer en una posición rígida que diga que percibir es esto, inferir es esto, deducir es esto, y que todos lo tengan que hacer de la misma forma, de acuerdo a un formato de cómo se percibe, cómo se infiere y cómo se deduce. Esto tiene un peligro, y es el pensamiento puesto en clave de definiciones y de estrategias rígidas. El ser humano tiene muchas formas de hacer las cosas, que creo que hay que respetar, no hay una sola forma, por eso no entiendo como se buscan metodologías homogéneas para enseñar a seres humanos heterogéneos en un mundo donde el conocimiento y la información son dinámicos, además, aplicando modelos de otras latitudes. En definitiva, debemos aplicar una forma de enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose… para después reflexionar con los demás, la naturaleza, la Tierra y el Universo.

MAG.
Miguel Ángel Gutiérrez Gutiérrez,
10 de Septiembre de 2008.
cepricinvestigacion@gmail.com
cepric@hotmail.com


[1] Nota aclaratoria: Éste fue el nombre que me colocaron en una institución a la cual tiempo atrás asesore.