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lunes, 23 de julio de 2012

Pedagogía Humana: desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente

“Una forma de enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose…”


1.        Introducción
Muchos especialistas desde el siglo pasado han hablado y discutido de la importancia de la pedagogía en el desarrollo sociocultural y, en momentos, otros impregnaron en un manto de dudas a uno u otro modelo pedagógico y hasta a la pedagogía como ciencia. Lo anterior no quiere decir que no haya tenido importancia en épocas ulteriores, pues la realidad es que desde tiempos inmemoriales el ser humano ha aprendido directa e indirectamente de si mismo y del entorno social y natural que lo ha rodeado.
La historia de la educación demuestra que han existido intentos de diseño de modelos pedagógicos y/o procesos educacionales en correspondencia con las condiciones históricas y culturales concretas de cada época a la que se refiera y en correspondencia a las posibilidades que ha ofrecido en su momento el desarrollo de las diferentes disciplinas. Pero la realidad social y ambiental ha dejado infinidad de dudas sobre la correspondencia de la formación de los sistemas educativos y responsabilidad de los modelos pedagógicos aplicados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto, que desde las últimas décadas del siglo pasado y, más aún, en el presente siglo del “conocimiento y la Información”, se ha pedido a gritos en muchos contextos académicos e investigativos, la necesidad de actualización del sistema y la reconceptualización de los modelos pedagógicos existentes.
Se habla entonces, de un desconcierto en la educación en referencia al conjunto de disensos y desacuerdos que van desde la diversidad de concepciones, de la denominación como de su objeto de estudio, del estatus epistemológico, de vinculaciones, invasiones, avances y retrocesos respecto a las relaciones de la ciencia de la educación con otras ciencias que abordan aspectos relacionados con el sujeto social en condiciones de aprendizaje. Además, de las diferentes clasificaciones que distintos autores especializados dan a los diferentes Modelos Pedagógicos y el uso indiscriminado de términos por propios y extraños.
Dicha transformación ha traído consigo la inclusión de términos y conceptos “nuevos”[1] para la educación, como: aprendizaje significativo, estándares, competencias, niveles y/o indicadores de desempeño, lineamientos curriculares, entre otros. Ante todo, es necesario reconocer que tanta terminología ha producido en muchos “doctos”, investigadores, pedagogos, directivos, docentes y discentes, entre otros, una gran confusión y desconcierto. Pero es posible encontrar un sendero que avance, permita aclarar y aprovechar los aspectos positivos que aporta cada una de esas propuestas, esto solo puede ocurrir si se logra primero conceptualizar, analizar y contextualizar estos términos, elaborando una estructura en la cual se pueda transversalizar lo que existe con lo que llega “nuevo”, es decir, elaborar un modelo que sustente y articule los conceptos con la necesidades sociales presentes y futuras.
Pero, en medio de tantas exigencias, retos y necesidades latentes desde el siglo XX, se suman las que el siglo del “conocimiento y la información” requiere a cada ser humano y a la sociedad. Dentro de este contexto, aparecen entonces las transformaciones socioculturales y productivas, que exigen reflexiones en el “ser”, el “saber”, el “hacer” y el “convivir”,  lo que infiere directamente un “aprender a aprender”, “aprender a ser”, “aprender a hacer” y “aprende a vivir en comunidad. A su vez, todo esto lleva consigo el “enriquecimiento” teórico conceptual de los modelos que dan soporte a ese ser, saber y hacer, presentes en las diferentes organizaciones sociales. Pero, para que exista ese enriquecimiento necesariamente el ser humano y la sociedad deberán reflexionar, digerir y articular los nuevos términos y conceptos a la estructura del modelo prexistente, esto ocurre sólo si las transformaciones poseen como fin articular cuerpos conceptuales para mejorar el desempeño de éstos modelos en el “Mundo de la Vida”, por lo cual, si se puede hablar de enriquecer.
En tal sentido, el tema del presente ensayo es tratar sintéticamente de estructurar conceptualmente que la educación y los docentes, deben de acoger como punto central de su praxis, no importando el modelo pedagógico adoptado, una “pedagogía que más que paradigma se estructure holísticamente en un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se necesita para trascender el umbral del ‘homo hominis lupus’[2], progresivamente reinante en un modelo de desarrollo cuyo objetivo es la riqueza aún a costa de la calidad y nivel de vida de muchos seres humanos, animales no humanos y del futuro de la tierra.
2.        La Pedagogía: un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se persigue
Cuando se habla de pedagogía viene a la mente el concepto de “modelo”, ahora bien, ¿Qué es un modelo pedagógico?, ¿Qué elementos lo componen?, ¿Cuáles son las bases para crear, recrear y adoptar un modelo pedagógico? Reflexionar sobre estos interrogantes y detenerse en la conceptualización de modelo pedagógico es recomendable antes del desarrollo de la idea central del presente ensayo, máxime, si las praxis pedagógicas presentes y futuras deben recrearse para asumir las exigencias de un “Mundo de la Vida” que posee y poseerá un espacio sociocultural a la que es preciso adaptarse con nuevos y creativos ambientes de enseñanza-aprendizaje en el «Ciberespacio de la información, comunicación y aprendizaje». Espacio que transformo e irrumpió las fronteras de las instituciones educativas y no educativas, que no es presencial, sino representacional, no es proximal, sino distal, no es sincrónico, sino multicrónico y a veces asincrónico, y no se basa en recintos espaciales con interiores, fronteras y exteriores, sino que depende de redes electrónicas cuyos nodos de interacción pueden estar diseminados por todo el mundo y el universo.
Hay que aclarar, que todo modelo pedagógico tiene su fundamento en los modelos psicológicos del proceso de aprendizaje, en los modelos sociológicos, comunicativos, ecológicos o gnoseológicos, de ahí lo necesario del análisis de esta relación para orientar el presente ensayo hacia una “pedagogía que más que paradigma se estructure holísticamente en un proyecto de vida hacia el ideal de ser humano que se necesita para trascender el umbral del ‘homo hominis lupus’”, y proporcione las bases conceptuales para enfrentar y adaptarse a los nuevos retos sociales, culturales y económico-productivos. Además, si se tiene en cuenta que el término «modelo pedagógico» en la literatura no ha sido manejado con mucha claridad, pues muchas veces aparece igualado a estrategia, estilo de desarrollo, campo de estudio y currículo, entonces se debe hacer claridad sobre el mismo. Puesto que, no existe un consenso generalizado aún, de cuáles son los modelos que pertenecen a los dos enfoques generales -heteoestructurante y autoestructurante- y sus características.
Siguiendo a Rafael Flórez: “un modelo es una herramienta conceptual para entender mejor un evento; es la representación del conjunto de relaciones que describen un fenómeno.”[3] Por lo tanto, un modelo de una teoría es una representación de la misma teoría, según la cual todos los enunciados fundamentales y complementarios de la misma teoría resultan verdaderos. Todas las teorías pedagógicas se han enfrentado y han tenido que dar respuesta a la pregunta esencial de toda educación: ¿Qué tipo de ser humano y sociedad se quiere contribuir a formar? En este sentido, se puede afirmar que no existen las pedagogías neutras, ya que el quehacer educativo necesariamente presupone una determinada concepción de hombre y de sociedad que se pretende formar. Concepción que, a su vez, exige comprender al ser humano en su multidimensionalidad y en su integridad. Cada teoría ha privilegiado en ello algún o algunos de los aspectos; aun así subyace a todas ellas una postura como ser social y cultural del hombre. A partir de esta dimensión socioantropopsicológica del ser humano, se elaboran las teorías pedagógicas.
El modelo identifica, integra, define y jerarquiza un conjunto de hechos pertenecientes a la realidad estudiada. El modelo es, pues, un instrumento analítico para el estudio de la realidad mediante la integración y organización de los distintos elementos que la constituyen. En este sentido, modelo pedagógico hace referencia a estrategias de investigación que recuperan las funciones significativas de los procesos de enseñanza aprendizaje y, al mismo tiempo, orientan y dirigen la investigación en los campos y dimensiones de la relación docente-discente-contexto social, relación que ya no es necesario que sea presencial, es decir, ya no posee un contacto sincrónico docente-discente-tiempo-espacio coincidentes.
Pero lo más importante para el presente ensayo, consiste en recuperar las clasificaciones que afectan e intervienen en el modelo pedagógico, pues las diferentes concepciones pedagógicas han recibido múltiples clasificaciones, las cuales, que no solo ejemplifican varios autores sino que disgregan el sentido de una “Pedagogía Humana y Holística”, con posiciones como por ejemplo: Los filósofos educativos diferencian los modelos pedagógicos principalmente por las metas axiológicas a lograr en los estudiantes. Los sociólogos y psicoanalistas los discriminan según el tipo de relación autoritaria o no entre el docente y el educando, o también según el tipo de institución preconizado en cada modelo. Los maestros tienden a poner énfasis en los procedimientos didáctico-expositivos. Los psicólogos en el concepto de desarrollo de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y tanto el pedagogo tradicionalista como el ‘tecnificado’ con la ayuda de la psicología asociacionista se preocupan por el contenido, por el tipo de información, competencias, destrezas, hábitos y conductas que hay que desarrollar en los estudiantes, de carácter clásico humanista para el primero o de carácter tecnicista para el segundo. Estas dimensiones del modelo pedagógico se identifican a partir de obras pedagógicas donde aparecen referencias directas a la formación del ser humano y de ahí se derivan.
Se debe tener en cuenta, además, que en la educación contemporánea se ha dado un cambio  desde una pedagogía cuya prioridad era la memorización de contenidos hacia una aproximación pedagógica que promueve la construcción de conocimiento con sentido. Es decir, un conocimiento que adquiera significado a partir de una razón de ser, una utilidad para la vida práctica y una finalidad evidentes para la construcción de un proyecto de vida. En consecuencia, modelo implica objetivos, sentido, competencias, contenidos, métodos, secuenciación, limitaciones y criterios de evaluación que coexisten, articulan y se transversalizan, al mismo tiempo, en el proceso educativo. En este sentido, modelo es una categoría que analiza distintas dimensiones del proceso educativo.
Ahora bien, con las tensiones y necesidades que ha generado el desarrollo y el uso desmedido de los recursos, se debe de crear y/o recrear las praxis formativas estructurando una “Pedagogía Humana” que propenda por el “desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente, pero y sobretodo, por una ética sociombiental”. Tal desarrollo está influido por la sociedad, por las necesidades de la colectividad, donde la educación y el trabajo productivo están íntimamente unidos para garantizar a los discentes no sólo el desarrollo del espíritu colectivo sino el conocimiento científico, técnico, creativo, el fundamento de la práctica para la formación científica y el respeto por la naturaleza. Entonces, así propuesto, el desarrollo intelectual no se identifica con el aprendizaje (como creen los conductistas), ni se produce interdependientemente del aprendizaje de la ciencia como creen algunos constructivistas, pero si se acerca más a una “Pedagogía Social-Cognitiva”, cuya orígenes provienen de la pedagogía cognitiva (de donde proviene el constructivismo), en la cual el docente deberá facilitar que el aprendizaje sea significativo en sus discentes, suscitando dudas e interrogantes respecto a los conocimientos que ya poseen, relacionando el tema con su experiencia y saberes anteriores ofreciéndoles oportunidades de ensayar y aplicar el nuevo concepto asegurándose de que los estudiantes formulen de manera adecuada la situación problema y las soluciones propuestas para que el aprendizaje sea significativo. En la enseñanza y el aprendizaje significativo de contenidos científicos, las habilidades no se desarrollan en abstracto, requieren del contenido conceptual, y a la vez “los conceptos se desarrollan siempre en contextos de razonamiento y de solución de problemas... No hay que escoger entre un énfasis en contenido y un énfasis en habilidades del pensamiento”.[4] Entre sus precursores más destacados están Makerenko, Freinet y en América Latina Paulo Freire. Y más recientemente los discípulos de Vygotsky, los que llevaron al aula la aplicación de los principios de la psicología educativa de su maestro.
Muchos al leer lo anterior, se detendrán a refutar que entonces se estará hablando de un “Modelo Pedagógico de Aprendizaje Significativo”, pero se debe de recordar que el “aprendizaje significativo” no es un modelo pedagógico es una estrategia y/o estrategias cuyo objetivo es y será que el aprendizaje sea aprehendido para su uso en la realidad y, además, también olvidan que el “constructivismo humano” surge de las aportaciones de Ausubel sobre el “aprendizaje significativo”, a los que se añaden las posteriores contribuciones neurobiológicas de Novak.
Siguiendo con la disertación central, hay que decir que la construcción del nuevo quehacer educativo no se define por lo que los demás sistemas sociales le piden o le condicionan, sino por lo que logran procesar, crear y/o recrear a partir de tales condiciones, del contexto real del ser humano, de la sociedad, del medio ambiente, de la educación, y las necesidades socio-culturales, psicoafectivas y económicas en las que están inmersas. El quehacer educativo necesariamente tiene como trasfondo una determinada concepción del hombre y de la sociedad y sólo desde ella se podrá definir el papel que en dicho proceso debe cumplir la educación. Se debe comprender que frente a los numerosos desafíos socioculturales y económicos actuales y futuros, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de convivencia en paz, libertad y justicia social, además, se debe estar convencido y preparado, con respecto a la función esencial de la educación en el desarrollo continuo de las personas y de las sociedades, no como un remedio milagroso -la “Fórmula Mágica” de un mundo que ha llegado a la realización de todos estos ideales- sino como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, la marginalidad, las incomprensiones, las opresiones, la violencia, la exclusión y el uso indiscriminado de los recursos naturales, entre otros.
Acorde a lo anterior, se debe de propender por crear y recrear el conocimiento en el “Mundo de la Vida” y en pro del propio ser, de la comunidad, del emprendimiento, de la creatividad y de la productividad, o como el SENA lo expresa: Ampliarlo, precisar, completar, repensar e interpretar.  “Este es el secreto de los que aprovechan el tiempo con oportunidades ofrecidas por la mente… nos vuelven emprendedores”.”[5]
Porque ante las necesidades sociales y ambientales manifiestas desde finales del siglo XX, caracterizado además por el ruido y la furia tanto como por los progresos económicos y científicos (por lo demás repartidos desigualmente), y esta, la segunda década del siglo XXI, surge una perspectiva en la cual la angustia se enfrenta con la esperanza, es imperativo que el ser humano “aprenda aprender” y “aprenda a crear y recrear el conocimiento” en pos de objetivos más elevados y holísticos. Pero salta en mi una pregunta ¿Estamos preparados para el cambio?
El último cuarto del siglo XX, fue marcado por notables descubrimientos y progresos científicos, muchos países salieron del subdesarrollo, el nivel de vida ha continuado su progresión con ritmos muy diferentes según los países, regiones y localidades. Entonces se podría hablar de las desilusiones del progreso en el plano económico, psicosocial y ambiental. El aumento del desempleo y de los fenómenos de exclusión en los países desarrollados y subdesarrollados es prueba de ello, además, el mantenimiento de las desigualdades de desarrollo en el mundo y la destrucción masiva de hábitats y extinción de especies lo confirman.
Desde luego, la humanidad está más consciente de las amenazas que pesan sobre su medio social y ambiente natural, pero todavía no se ha dotado de los medios para remediar esa situación, se puede decir que no estamos tan preparados como creemos, a pesar de muchas reuniones internacionales, foros nacionales y locales, como por ejemplo: consejos de seguridad después de la tormenta de horror y violencia que impera en nuestro territorio. Pero, las raíces seguirán allí como también sus futuras victimas y victimarios, a pesar de graves y consecutivas advertencias a fenómenos sociales, naturales o accidentes tecnológicos. De todas formas, el «crecimiento económico a ultranza» no se puede considerar ya el camino más fácil hacia la conciliación del progreso material, la equidad, el respeto de la condición humana y del capital natural que debemos transmitir en buenas condiciones a las generaciones presentes y futuras. Pero existe una gran esperanza, ya que el Homo sapiens en su reflexión continua puede buscar y encontrar la salida a las múltiples necesidades y retos, eso solo depende de la capacidad que desarrolle no solo en la reflexión sino también en el uso creativo de sus capacidades cognitivas para querer dar la solución e ideas de cambio lo cual aseguraría los “caminos que enmarcan las sabias decisiones.”.[6]
No basta repetir que la Historia es trágica, para consolarse o encontrar justificaciones. Todo el mundo lo sabe o debería saberlo, pero hemos vivido catástrofes sociales anunciadas, aún más en nuestro país. Si la última gran guerra ocasionó 50 millones de víctimas, cómo no recordar que desde 1945 ha habido unas 150 guerras que han causado 20 millones de muertos, antes y también después de la caída del muro de Berlín. Eso sin contar todos los muertos que ha dejado la estela de violencia y horror en la historia de nuestra “Querida Colombia”. Nuevos riesgos o riesgos antiguos como la violencia religiosa y el terrorismo nos acechan cada día, poco importa, las tensiones están latentes y estallan entre naciones, entre grupos étnicos, entre comunidades, entre miembros de la misma familia, pero todas relacionadas con injusticias acumuladas en los planos económico, psicológico y social. Medir estos riesgos y organizarse para prevenirlos es el deber de todos los dirigentes y demás seres humanos, en un contexto marcado por la interdependencia cada vez mayor entre los pueblos y por la globalización de los mercados y las situaciones problémicas.
Pero, ¿cómo aprender a vivir juntos en la «aldea planetaria» si es difícil vivir en las comunidades a las que pertenecemos por naturaleza: la nación, la región, la ciudad, el pueblo, la vereda, el barrio, la vecindad y en nuestra propia casa, por ejemplo? El interrogante central de la democracia es si queremos y si podemos participar en la vida en comunidad. Quererlo, no lo olvidemos, depende del sentido de responsabilidad de cada uno, de un verdadero cambio de mentalidad, pero tal vez, la responsabilidad de los que por cualquier motivo están inmersos en la educación es aún mayor. En tal sentido, el elaborar un modelo que promueva la generación de ideas, la iniciativa y el respeto, es primordial para la creatividad e innovación en medio de tantos retos y necesidades.
Ahora bien, si la democracia ha conquistado nuevos territorios hasta hoy dominados por el totalitarismo y la arbitrariedad, tiende a debilitarse donde existe institucionalmente desde hace decenas de años, como si todo tuviera que volver a comenzar continuamente, a renovarse y a inventarse de nuevo, fiel reflejo de que debemos estudiar más a fondo la “Teoría de las estructuras disipativas” de Prigogine (vulgarmente llamada teoría del caos). A este fin conviene afrontar la realidad, para superar mejor, las principales tensiones que sin ser nuevas están en el centro de la problemática de la sociedad del siglo XXI. Al respecto, es bueno hacer un breve y merecido paréntesis para esbozar algunas de estas tensiones, con el propósito de exponer la necesidad e imperiosidad del cambio, en forma sintética son las siguientes:
§ La tensión entre lo mundial y lo local: En estos momentos todo conlleva a que se debe ampliar el horizonte cultural para convertirse poco a poco en ciudadano del mundo sin perder las raíces y participando activamente en la vida de las comunidades del barrio, la vereda, el municipio, el departamento, la región, la nación y el mundo, promoviendo el liderazgo y la articulación de esfuerzos por alcanzar objetivos comunes en bien y en pro de los recursos culturales y naturales propios y ajenos.
§ La tensión entre lo universal y lo singular: La mundialización de la cultura se realiza progresivamente pero todavía parcialmente. De hecho es inevitable, con sus promesas y sus riesgos, entre los cuales, no se trata de olvidar el carácter único de cada persona, su vocación de escoger su destino y realizar todo su potencial, en la riqueza mantenida de sus tradiciones y de su propia cultura, amenazada, si no se presta atención, por las evoluciones que se están produciendo.
§ La tensión entre tradición y modernidad: Adaptarse sin negarse a sí mismo, edificar su autonomía en dialéctica con la libertad y la evolución de los demás, comprender el progreso científico y tecnológico, utilizándolo de forma creativa y ética. Con este ánimo conviene enfrentarse al desafío de las nuevas tecnologías de la información. Para nadie es un secreto que los niños y jóvenes[7] de hoy están más conectados a la tecnología que sus padres, claro esta, que en nuestros municipios y veredas todavía existen docentes que enseñan informática sin computadores, utilizando solo su ingenio y esperanza. En muchos casos son nuestros niños y jóvenes los encargados de enseñarnos a usar el software de diseño o ripear archivos MP3. Sin embargo, las lecciones que los niños y jóvenes nos pueden dar a los padres y en general a los adultos, no se limita a la tecnología doméstica, ni a la electrónica del hogar, ni al internet, por ejemplo, los padres y docentes deben aprender a expresarse sin tanta vergüenza con sus hijos y estudiantes acerca de temas como el SIDA y el sexo, la drogadicción y el alcohol, entre otros. Es decir, existe una tensión entre la tradición que conlleva la vergüenza y el lenguaje sin misterios de la modernidad y postmodernidad.
§ La tensión entre el largo plazo y el corto plazo: Tensión eterna en nuestra cultura, pero alimentada actualmente por un predominio de lo efímero y de la instantaneidad, en un contexto en que la plétora de informaciones y emociones fugaces conduce incesantemente a una concentración en los problemas inmediatos. Las sociedades piden respuestas y soluciones rápidas, mientras que muchos de los problemas encontrados necesitan una estrategia paciente, concertada y negociada de reforma. Tal es precisamente el caso de las políticas educativas, ejemplo de ello son los programas que se comienzan en las diferentes administraciones para “elevar” la calidad de la educación y no se prepara a los actores debidamente, además, se dejan de lado por otros gobernantes, no existe concertación alguna con la comunidad educativa y mucho menos se tienen en cuenta las opiniones de Directivos, Directivos Docentes, Docentes, Educandos, Padres de Familia en investigadores, entre otros.
§ La tensión entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades: Cuestión clásica, planteada desde comienzos de siglo XX en las políticas económicas y sociales y en las políticas educativas; cuestión resuelta a veces pero nunca en forma duradera. Hoy, la presión de la “competencia” hace olvidar a muchos directivos la misión de dar a cada ser humano los medios de aprovechar todas sus oportunidades -en esta parte debo aclarar que el término “competencia” a que me refiero proviene del verbo competir y no del verbo competer-. Esta constatación nos debería conducir a retomar y actualizar el concepto de educación durante toda la vida, para conciliar la competencia que estimula, la cooperación que fortalece, la solidaridad que une y la motivación de “aprender a aprender” durante toda la vida que dará la oportunidad de nutrir el conocimiento, las aspiraciones, metas y propósitos”[8] de nuestros proyectos de vida.
§ La tensión entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano: El conocimiento de sí mismo y los medios de mantener la salud física y psicológica, o el aprendizaje para conocer mejor el medio ambiente social y natural, y preservarlo es de vital importancia. Por tanto, será necesario autoformarnos mediante el conocimiento, la experimentación y la formación de una cultura personal.
§ La tensión entre lo espiritual y lo material: Que también es una constatación eterna. El mundo, frecuentemente sin sentirlo o expresarlo, tiene sed de ideales y de valores que vamos a llamar morales para no ofender a nadie. ¡Qué noble tarea de la educación la de suscitar en cada persona, según sus tradiciones y sus convicciones y con pleno respeto del pluralismo, esta elevación del pensamiento y el espíritu hasta lo universal y a una cierta superación de sí mismo! La educación debe afrontar este problema porque se sitúa más que nunca en la perspectiva del nacimiento doloroso de una sociedad mundial, en el núcleo del desarrollo de la persona y las comunidades. La educación tiene la misión de permitir a todos (sin excepción) hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto vida personal. Esta finalidad va más allá de todas las demás. Su realización, larga y difícil, será una contribución esencial a la búsqueda de un mundo más vivible y más justo. Por supuesto, hay muchos otros problemas que resolver, pero la conjunción de proyectos de vida, la correspondencia de capacidades y objetivos comunes, proyecta una luz de esperanza que deberá crecer en todas las comunidades.
Todo convida entonces, a revalorizar los aspectos éticos y culturales de la educación, y para ello dar a cada uno los medios de comprender al otro en su particularidad y comprender el mundo en su curso caótico hacia una cierta unidad. Pero hace falta además comenzar por comprenderse a sí mismo en esta  suerte de viaje interior jalonado por el conocimiento, la meditación, la reflexión y el ejercicio de la autocrítica. Por lo tanto, desde nuestra propia autoformación debemos velar y motivar a un consenso que necesariamente debe ser fruto de una “sinergia social-cognitiva”, entendiendo el término como: “la participación concertada y activa de varios individuos y organizaciones sociales, que mediante una “comunidad de indagación”, analizan, discuten y recrean unos conocimientos con propósitos comunes, estructurando unas labores de gestión y acción cooperativa en un proceso de transformación de la realidad mediante programas y proyectos que posean como objetivos el bienestar social y ambiental.”[9]
Con el propósito de ser más aclarativo conceptualmente, me dispondré a desglosar el término “sinergia social-cognitiva”. En primer lugar, hay que aclarar que el termino “sinergia” incrementa su concepto gracias a la teoría general de sistemas, desarrollada por ludwig von bertanlanffy, biólogo alemán, que formulo la teoría de los sistemas abiertos en 1925. Es así como en una definición genérica de los sistemas puede enunciarse como un conjunto de componentes que interactúan entre si para lograr uno o mas propósitos. Tales componentes tienen nexos y en sus relaciones varían sus características, asumiendo cualidades distintas por la influencia de otros componentes o del todo. Cada parte es, en si misma, un subsistema del todo en la medida que cuente con características sistémicas. La sinergia es, en consecuencia, un fenómeno que surge de las interacciones de las partes entre las partes o componentes de un sistema (conglomerado), este concepto responde al postulado aristotélico que dice que “el todo no es igual a la suma de las partes”.
En segundo lugar, si la totalidad es la conservación del todo mediante una acción de cognición social (social-cognitiva), en la cual, la comunicación reciproca de las partes componentes estructure y restructuré los conocimientos en una “Comunidad de Indagación”, mediante la cual prime la sensatez y el análisis crítico-reflexivo en pro de establecer objetivos, programas y proyectos, que transversalizados aúnen esfuerzos y conocimientos en el logro del bien común.
A este respecto, es muy importante aclarar que el término “Comunidad de Indagación”, describe una “comunicación de saberes y experiencias” o “dialogo cognitivo”, para tratar de ser más explicito con respecto al último término, se enunciará como el maestro Jorge Luis Borges de una forma magistral y poética hace referencia al sentido profundo de la conversación o “diálogo cognitivo”: Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir... El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad... Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos[10] Este es el propósito de toda “comunidad de indagación”, que en otras palabras se puede expresar como, el espacio de comunicación social que persigue un intercambio de información entre individuos con capacidad de categorizarla, organizarla y estructurar un conocimiento colectivo de forma creativa y compartida, en un “dialogo cognitivo”.
Todos debemos convencernos de que con los progresos actuales y esperados de la ciencia, la técnica, la creciente importancia de lo cognoscitivo y lo inmaterial en la producción de bienes y servicios, conviene reconsiderar que no vasta con ser competente y poseer un proyecto de vida, se necesita entonces, que ese proyecto de vida posea principios éticos y una responsabilidad social, para que así con la imaginación humana se pueda recrear la sociedad y evitar que se agraven el desempleo, la exclusión social, la violencia, las desigualdades en el desarrollo y el abuso indiscriminado de la naturaleza.
3.        Conclusión
Para terminar y en mi opinión, una “Pedagogía Humana” que propenda por el “desarrollo multidimensional y multifacético de las capacidades e intereses del ser humano, la sociedad y el medio ambiente, pero y sobretodo, por una ética sociombiental”. Significa no solo estructurar por un proyecto de vida, si no además, comprende poseer principios y recuperar las mediaciones naturales que sí nos enseñaron a pensar (porque sí hemos aprendido a pensar), palabras más, palabras menos, “Aprender que es leer textos y contextos, aprender como pensamos, asimilamos y actuamos”. Si cada uno reconoce en dónde un maestro, un amigo, una planta, un animal y las estrellas, por ejemplo, nos hizo pensar y reconoce cómo es que nos hizo pensar y reflexionar, ahí es donde va a reconocerse las mediaciones que nos sirven para pensar, reflexionar y aprender a aprender. Hacer esto es desestructurar los hábitos de cómo creemos que aprendemos (que es formalmente, sentados, tomando apuntes, y todo el conformismo social nos dice que es así como aprendemos), los cuales los tenemos tan clavados que no podemos romper el esquema. De hecho, aprendemos a pensar con otros tipos de interacción más cotidianos, y eso es lo que hay que reconocer. Creo que no es tanto restructurar la forma de pensar que tenemos, sino reconocer en qué condiciones y bajo qué circunstancias aprendimos a pensar y como lo hacemos, porque sí sabemos pensar, y si lo hacemos bien y de forma reflexiva y con ética, habrá mayores posibilidades de resolver problemas de la vida cotidiana, problemas de la profesión, protegeremos la naturaleza, actuaremos con justicia, equidad y honradez, entre otros.
Sin embargo, normalmente no nos damos cuenta de cómo estamos pensando (el llamado nivel de metacognición), cuándo estamos haciendo inferencias, deducciones, cómo observar con objetividad, o con subjetividad, haciendo una interpretación, no sabemos si utilizamos el método deductivo o el inductivo, o si utilizamos indiscriminadamente los dos y en qué momentos, contextos y situaciones problémicas. De lo que aquí se habla es de cuando se utiliza un proceso lógico-deductivo o uno analítico-inductivo, o los dos, cuando tratamos de resolver un problema y, además, que también vale el aspecto subjetivo. No me preocupa tanto que una persona vea algo y haga una interpretación sino que se dé cuenta de que está haciendo y cómo esta haciendo esa interpretación, de que esa realidad está siendo vista desde su óptica particular, y que nos demos cuenta de ello. Porque se puede caer en una posición rígida que diga que percibir es esto, inferir es esto, deducir es lo otro, y que todos lo tengamos que hacer de la misma forma, de acuerdo a un formato de cómo se percibe, cómo se infiere y cómo se deduce. Esto también tiene un peligro, pues es el pensamiento puesto en clave de definiciones y de estrategias rígidas. El ser humano tiene muchas formas de hacer las cosas, que creo que hay que respetarlas, porque para construir y/o reconstruir el conocimiento no hay una sola forma, hay muchas.
Entonces, como conclusión final, es que para que un maestro y cualquier ser humano transforme su praxis pedagógica de vida, tiene que transformar algo en él, algo de su esencia como persona, ver de otra manera el mismo aprendizaje, ver cómo aprende él, de los demás seres vivos y del universo, tiene que haber un cambio ahí para que cambie su forma de aprender a aprender y enseñar. Lo cual implica resignificar mi forma de ser y de actuar entrando en una dinámica de transformación que no se detiene, que sigue un camino de transformación personal y comenzar a pensar que  “la lucha no es exterior sino interior”, pues, “el docente no enseña lo que sabe sino lo que es, porque solo por intermedio de lo que es puede enseñar lo que sabe”, entonces, necesariamente se debe transformar su praxis, si sólo si, se acompaña y se le enseña igual como se predica, es decir, si se le acompaña, recuérdese la analogía que muestra la relación y distinción entre una mirada de «Silla de Euler» y un «Seguimiento de Lagrange». Es decir, si nos ubicamos al pie del docente y del ser humano y se acompaña, se observa y, poco a poco, va insertándose en un diálogo cognitivo de negociación de sentido con el ser humano, entonces, los seres humanos se convierten en parte activa del proceso y se instalan definitivamente en una filosofía de seguimiento consciente y decisión autónoma de su propia praxis”, y mediante una “Pedagogía Humana”, estructuren los elementos necesarios para encontrar la forma de:  “enseñar-enseñándose, de aprender-aprendiéndose, de formar-formándose, de evaluar-evaluándose, de sentir-sintiéndose, de amar-amándose, de leer-leyéndose, de oír-oyéndose…”, y así, seguir el camino hacia el lado más iluminado del ser humano y contribuir a elevar el nivel y calidad de vida mediante un desarrollo a escala humana, social y medio ambiental.
4.        Bibliografía
§  BORGES, Jorge Luis. Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari. ", Buenos Aires: Grijalbo S.A., 1985.
§  ELIZALDE, Antonio. Reflexiones acerca de la sinergia social: Aproximaciones a una utopía de la abundancia. U. Bolivariana y CEPAUR. p. 3. En: Debate para un proyecto de integración sudamericana. Año VII, en los números 23 de Julio - Setiembre 1994, y 24 de Octubre - Noviembre de 1994. Asunción  Paraguay.
§  FLÓREZ Ochoa, Rafael. Evaluación Pedagógica y Cognición. Bogotá: McGraw-Hill. Editorial Nomos S.A., 2000.
§  GUTIÉRREZ G, Miguel Ángel. Competitividad, Aproximación a su Conceptualización y a la Realidad. Pereira: CEPRIC, 2012. En: http://cepric.blogspot.com/
§  RESNICK, L. B. y KLOPFER, L. E. Toward the Thinking Curriculum. Yearbook of the Association for Supervision and Curriculum. Alexandría, V. 1989.
§  SÉNECA, Lucio Anneo. Cartas de Lucio. XCV, 33.
§  SENA. Reconstruir el conocimiento. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf


MAG. Miguel Ángel Gutiérrez Gutiérrez, Julio 23 de 2012.


[1] Términos y conceptos que son nuevos para el sistema educativo, para la educación, pero que en otras disciplinas ya han sido abordados e incorporados desde tiempo atrás.
[2] Cuyo significado sería “el hombre es el lobo para el hombre”: Frase que es sintetizada del “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit”, originaria del comediógrafo latino Tito Macio Plauto (254 a. C. - 184 a. C.) en su obra “Asinaria”, donde el texto exacto dice: Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. En: SÉNECA, Lucio Anneo. Cartas de Lucio. XCV, 33.
[3] FLÓREZ Ochoa, Rafael. Evaluación Pedagógica y Cognición. McGraw-Hill. Bogotá: Editorial Nomos S.A., 2000. p. 32.
[4] RESNICK, L. B. y KLOPFER, L. E. Toward the Thinking Curriculum. Yearbook of the Association for Supervision and Curriculum. Alexandría, V. 1989. p. 6.
[5]  SENA. Reconstruir el conocimiento. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf

[6] SENA. Encontrar salidas: Querer dar solución, idea de cambio. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf
[7] Nota Aclaratoria: Para no herir susceptibilidades, cuando aquí habla de niños y jóvenes, se refiere a niños y niñas, es decir al sexo Femenino y Masculino.
[8] SENA. Creatividad e iniciativa: Indicadores de originalidad, competencia, capacidad. Programa de formación: Pedagogía humana, Guía de Aprendizaje Fase I: Naturaleza e interpretación de la pedagogía humana, Sopa de Letras. En: http://sena.blackboard.com/bbcswebdav/pid-10757522-dt-announcement-rid-3736414_4/institution/PHUMANA/Material%20y%20Act/semana1.swf
[9] GUTIÉRREZ G, Miguel Ángel. Competitividad, Aproximación a su Conceptualización y a la Realidad. Pereira: CEPRIC, 2012. p. 9. En: http://cepric.blogspot.com/
[10] BORGES, Jorge Luis. Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari. ", Buenos Aires: Grijalbo S.A., 1985. Citado por ELIZALDE, Antonio. Reflexiones acerca de la sinergia social: Aproximaciones a una utopía de la abundancia. U. Bolivariana y CEPAUR. p. 3. En: Debate para un proyecto de integración sudamericana. Año VII, en los números 23 de Julio - Setiembre 1994, y 24 de Octubre - Noviembre de 1994. Asunción  Paraguay.

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